El Monje que Volvió a Vivir
Översikt: True story of Dr. Walter Montano, a Dominican monk, and his search for God; his despair and decision to escape and to try the Protestants. His escape, dramatized, is successful and he goes to a Protestant missionary who leads him to Christ. To be used cautiously. This is taken from the book by the same title. Dr. Montano's voice is on our Spanish recording of this script.
Skriptnummer: 088
Språk: Spanish: Latin America
Tema: Belief System (Works versus Faith); Living as a Christian (Prayer, petition, Peace with God, Faith, trust, believe in Jesus); Eternal life (Rest for our souls, Salvation); Sin and Satan (Deliverance)
Publik: Catholic; General
Ändamål: Evangelism
Features: Monolog; Personal Stories; Minimal Scripture
Status: Approved
Skript är grundläggande riktlinjer för översättning och inspelning till andra språk. De bör anpassas efter behov för att göra dem begripliga och relevanta för olika kulturer och språk. Vissa termer och begrepp som används kan behöva mer förklaring eller till och med ersättas eller utelämnas helt.
Manustext
Primera Parte: El Escape
VOZ DE NARRADOR: Por siete largos años Fray Luís había buscado a Dios bajo la ruda disciplina do los Frailes Dominicos. Eran los últimos días de enero, para ser exacto era casi el amanecer en el tres de enero de 1927. En el monasterio de Santo Domingo, el joven monje estaba de pie inmóvil detrás de la puerta de su celda. Esta era una puerta cerrada con llave. El permanecía en esperar! ... (pausa 3 seg.) Dentro de poco tiempo el hombre que debía despertarlos haría su acostumbrada ronda por los corredores de la galería circular de los frailes. Cuando sí abriera la puerta, Fray Luís estaba listo de hacer su plan de escapar! … (Pausa 3 seg. - música)
Si en este lugar, una puerta de salvación no se había abierto para él, tal vez el diablo le ayudaría, aun los odiados protestantes. Persignase (se santiguó) a sí mismo cuando esto pensó. (Pausa 3 seg. - música)
SEGUNDA VOZ: ¡Los protestantes!— He decidido encontrar la respuesta de la vida -aunque ELLOS 1a tuvieran. (pausa 3 seg.) (música de órgano)
Esa noche había pasado como una tortuosa eternidad. ¡Eran por fin las 4:30! (Sonidos de efectos — una puerta de metal abriéndose, y pasos). De repente oí el sonido de las llaves en lo último del corredor de la galería de los monjes. ¡El despertador ya venía!
Esperé casi sin respirar. ¿Qué era esto que yo estaba a punto de hacer? ¿Sería brincar de un infierno a otro, y traer la ignominia sobre mi amadísimo y noble padre Dr. Germán Gullen Montano? ¿Que pasaría si no lograra escapar? Me estremecí (pensando en las prisiones, silenciosas con gravedad, de la lejana Francia). En la atenuada luz de mi celda, yo pude ver en la pared un cuadro de la Virgen del Rosario (mi sola compañera durante estos solitarios y largos años). “¡O, si alguna vez me vas a ayudar, que sea ahora!” Pero ella no me contestó. ¿Que tenía yo entonces que perder, excepto mi vida? Todo se había ido cuando morí en los altares de la Iglesia. (pausa 5 seg. – música del órgano) Vívidamente recordé los crescendos del gran órgano, los votes solemnes, la renuncia de mí mismo, y aún más mi nombre, Walter Manuel Montano. Yo había sido transformado en Fray Luís en su lugar. Pero Fray Luís, Fraile Dominico, había fallado … había fallado a encontrar al Dios viviente. (pausa 3 seg.)
Ahora podía arriesgar todo por un último intento desesperado para encontrar a Dios. Pero esta vez no podía fallar. Ya mi despertador estaba a mi puerta. (sonido de llamando a la puerta). Dije, “Bendicamos Domino” que significa “Bendigamos al Señor” en la lengua latina. “Deo Gratias,” que significa “Gracias a Dios,” respondí. Sin sospechar, él se fue a las otras celdas. ¡Fui seguro! Empujé la puerta y se abrió. Tomé mis zapatos bajo los brazos, agarré mis dos maletas, y empecé la carrera con el tiempo. Salí corriendo y crucé la galería, me dirigí al patio, pasando por la Capilla del Rosario, luego el patio de afuera y por último a Pedro, el muchacho que tenía las llaves de las puertas de afuera (pausa 3 seg. sonidos de campanas y órgano)
¡Ay! Cuando entramos a la gran iglesia, los frailes envueltos en sus blancas capuchas llenaban el balcón. Escondiéndonos en un confesionario, esperamos. Al rato, los monjes inclinaron sus cabezas entre sus brazos para orar. Lo que durara su oración nos daría el tiempo necesario para llevarnos con seguridad en las sombras del balcón y hasta la última salida. (pausa 3 seg. - la puerta se cierra).
La gran puerta de hierro cedió a la llave de Pedro. Pisando ya fuera del monasterio, dime prisa por las calles de Cuzco, Perú. (Música) Amanecía. Pero todavía me quedaba otra puerta que abrir, otra llave que encontrar.
Parte 2: La Gran Puerta Se Abre
(Pisadas) Rápidamente caminé hasta la calle Santo Domingo, que conducía a los protestantes ¡tan prohibidos! Alcanzando la propiedad de la misión, la puerta que daba a la calle estaba cerrada. Insistí llamando. (sonido de tocando) Un jardinero que temprano estaba en sus trabajos, me respondió, diciendo, “Pero padre, ¡ésta es una misión protestante!”…
“Sí, sí, ya lo sé. ¿Donde está el jefe de Ud., es decir el jefe de su orden?” En ese preciso instante un joven asomó la cabeza por una ventana del segundo piso. “Un momento,” gritó, “al momento bajo.”
Ya en la sala del hogar de la misión, los dos estábamos cara a cara. Le clavé la mirada inquisitivamente. Los ojos azules del alto misionero sajón brillaban con una luz muy tierna. Estaba frente a la presencia de un amigo. No osando perder un solo instante, comencé, “Por años he deseado encontrar paz y salvación. Ahora he venido a Ud. para que Ud., por todo lo que más quiera en el mundo, por favor me diga si Ud. tiene o no tiene paz en su corazón. Si es que la tiene, dígamelo. Si no, por el amor de Dios, no me engañe otra vez.”
Lágrimas empezaron a brotar y a rodar por las mejillas de Charles A. Patton, mientras ponía la mano sobre mi hombro. “No puedo discutir doctrina o teología con Ud,” el dijo, “pero puedo decirle que años atrás vine a Cristo con mi corazón lleno de pecado e inquietud. Confesé todos mis pecados a Jesús mi Señor y Él me ha perdonado cada uno de ellos. Ahora tengo paz y salvación, y El hará lo mismo con Ud.”
Los dos nos arrodillarnos y principiamos a orar. La oración de mi amigo estaba tan llena de palabras ardientes de las Santas Escrituras que principió a descubrirse ante mi mente un Cristo viviente y glorioso, que con la sangre de Su propio y perfecto sacrificio, podía cubrir mis culpas efectivamente. Sentí mi orgullo avergonzarse ante su gracia y su belleza. Mis pecados fueron traídos a la luz. De pronto empecé a confesarlos, no en la forma que acostumbraba cuando era Fray Luís, sino a un Ser Viviente con quien podía hablar claramente, corazón a corazón. Jesús era mi gran Sumo Sacerdote para con Dios, el Padre. Mi corazón fue más ligero; el peso de mi corazón se estaba yendo. Una puerta grande se estaba abriendo. ¡La había sido encontrado! Podía escuchar y entender las palabras de aquel Pastor-Salvador diciendo, ”YO SOY LA PUERTA. ÉL QUE POR MI ENTRE TENDRÁ VIDA ETERNA.” ¡La llave de la fe estaba en mis manos, por fin! Sí, yo podía confiar en Él, el viviente Salvador, y en Él solo, completamente. ¡La gran puerta se había abierto! Entré por ella a la paz y salvación.
Entonces nos levantamos. Han pasado cinco horas. Durante ese tiempo las puertas de luz se habían abierto completamente a un nuevo día. Y para mí, las puertas de la luz eterna habían cedido a Jesús mientras Él me llevó al redil de Su salvación.